
Georgalos readquirió una planta de producción y las marcas de diferentes golosinas, entre las cuales está una de las más tradicionales y preferidas por el paladar argentino.
En 2001 y debido a la crisis económica que afectaba al país y repercutía en empresas nacionales, Georgalos anunciaba la venta de su marca insigne, Mantecol, a la multinacional Mondelēz International, con sede en los Estados Unidos.
Pasaron 21 años y este viernes se confirmó que la familia Georgalos recuperó el producto y la marca creada por el fundador de la empresa, Miguel Georgalos, allá por 1939. Hoy la compañía es dirigida por la tercera generación de la familia, y a la cabeza está el nieto del fundador, Miguel Zonnaras.
En la flamante compra también están otras marcas tradicionales que hasta ahora producía Mondelēz: Bazooka, Palitos de la Selva, Lengüetazo y Jirafa. En concreto, la compañía argentina adquirió la planta de producción ubicada en Victoria, en San Fernando.
Así absorbe a sus 600 trabajadores y mantiene todas las condiciones laborales. Es decir que de ahora en más Georgalos contará con un plantel de 1.600 empleados, que producen marcas como Flynn Paf, turrón Namur, las barritas de Flow cereal, Full maní, Toddy, Zucoa, etc.
Historia del Mantecol
Juan Georgalos fue un griego nacido en 1882 en Estambul, antigua Constantinopla, y un hábil comerciante dedicado a la elaboración de panificados y la compra-venta de cereales. Como se sabe, la mayor parte de Grecia perteneció al Imperio Otomano hasta 1821, cuando declaró su independencia, pero su población estuvo integrada a la turca durante las décadas siguientes.
Su hijo Miguel heredó esa habilidad comercial, pero en 1921 fue expulsado de Estambul, por una disposición del gobierno turco de entonces, que dispuso la expulsión de muchos griegos. Se fue a vivir con unos parientes a Polonia, quienes fabricaban el halvá, y aprendió los secretos de ese dulce tradicional.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, Miguel emigró a la Argentina con la receta y el know how del halvá bajo el brazo, y en 1939 abrió su primera fábrica en el barrio de Floresta. El halvá, por cierto, se elabora con semillas de sésamo tostadas y molidas (tahine), y una mezcla caliente de glucosa y azúcar.
Introdujo variaciones a la receta original, de manera de adaptarla a los productos que abundaban y al gusto local y, con la marca Mantecol (quienes lo habían probado decían que era como una manteca), lo sacó al mercado. El éxito fue inmediato. Pronto fue considerada una golosina bien argentina.
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